Repasando las numerosas instantáneas de la boda Agag-Aznar resulta
difícil asegurar si estamos visualizando las fotografías de los invitados o las
fichas policiales con las que trabaja la policía. Pocos eventos sociales vamos
a encontrar con semejante concentración de sinvergüenzas, ladrones, chulos y
chupatintas. Eso sí, aquello fue el no va más de la época, y quien no estaba en
el bodorrio, simplemente, no era nadie. Algo ha cambiado, sin embargo; ahora,
muchos de aquellos asistentes escudan su asistencia en una inevitable
obligación social.
Lo último (mejor
dicho, lo penúltimo) de toda esa trama de corrupción llamada Gürtel ha sido la
aparición de una factura que demuestra que Correa, ese ente altanero, lo más de
lo más en finura y estilo, regaló a los pipiolitos la iluminación del evento.
32000 euritos de nada para los novensanos. Al parecer, y por ese dineral, dicha
iluminación consistía en alumbrar los 60 Km. de autopistas y carreteras que
separan Madrid de El Escorial con proyectores aéreos al tiempo que una milicia
de las jóvenes generaciones del PP encendía bengalas al paso de la comitiva
nupcial.
Un
estipendio por la cara, a cambio de nada, o quizá por ser ambos tan guapos. ¿Lo
sabremos algún día?. “La duda ofende”, ha soltado esta tarde la Botella ante la
pregunta de un periodista. La mamá-suegra, con su mirada de perdonavidas y su
mueca constante de asco ha soltado la frasecita y ha seguido su camino con su
paso más característico, ese de “soy más bonita que ninguna y quien lo dude me
lo como vivo”.
Pues mira
bonita, lo que antes nos ofendía y lo que ya empieza a tocarnos las entrañas
son las faltas de explicaciones y la soberbia con la que se envuelve nuestra
clase política, que han olvidado aquello de que no están en su puesto por la
gracia de dios. Los ciudadanos estamos hartos de que nos miren como a apestados
y que nos den las mismas explicaciones que les darían a sus mascotas cuando
hacen una trastada.
Nadie va a dimitir, lo tenemos claro; y unos se van a tapar
a los otros. Cualquier cosa antes que perder el status de Very Important
People, da igual perder la dignidad y el honor personal.
Pero, entonces, la pregunta es: ¿qué podemos hacer la
ciudadanía?
¿Nos echamos a la calle y empezamos a destrozarlo todo?
¿Comenzamos una revolución?
Nada podemos esperar del presidente del gobierno, persona
que nunca ha sido santo de mi devoción pero al que tenía por honesto. Todo
apunta a que también ha recibido de su partido cuantiosos emolumentos fuera de
madre, ya nos la suda si en A o en B, y con la trayectoria que lleva el hombre
nada va a hacer para poner orden en la política española.
Ese nuestro presi, además de mentiroso, tiene una asombrosa
capacidad para mantenerse en segundo plano, desaparecer durante semanas, pasar
de las preguntas de los periodistas como de la peste bubónica y aparecer en
ruedas de prensa virtuales, indecentes y bochornosas.
Así está
nuestro panorama nacional, queridos lectores.
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