viernes, 6 de julio de 2012

Toda la culpa es de los funcionarios


De la crisis, de los incendios devastadores en el interior de Valencia, de la prima de riesgo, de lo hediondez en Bankia, del disparo de Froilán y de los problemas matrimoniales de Belén Esteban. Tanto tiempo dándole vueltas, buscando el origen de los problemas, a los responsables de la situación en la que se encuentra el país y va y resulta que esos culpables los tenemos en casa: LOS FUNCIONARIOS. Al parecer, mala plaga donde las haya.
Lo último que está pensando el gobierno es quitarles la paga extraordinaria de Navidad, lo que unido a las rebajas de sueldo que ya sufren facilitará que la bolsa suba como la espuma y la Esteban se arregle, de una puñetera vez, la nariz.
A esto se está limitando el ejecutivo para atajar la crisis: ahogar a los más débiles. A la gente que se levanta cada mañana para ir a trabajar, hace cábalas para compaginar la vida laboral con la privada o se deja la vista buscando un trabajo inexistente navegando por Internet.
Este es un país donde los ladrones y malversadores de fondos públicos son unas bellísimas personas, llenas de carisma; los políticos corruptos no existen por la impepinable regla de que siguen siendo votados en masa, y a los evasores de impuestos y los que han forjado una fortuna traficando con droga o explotando a mujeres se les indulta, pagando unos impuestos tan irrisorios que ya los quisieran para sí muchos de los tan denostados paraísos fiscales.
Rajoy, arrastrando las eses una barbaridad, dice que va a hacer “todo lo posible” para salir de la crisis. Miedo me da, porque menudos antecedentes. En un concurso sobre “mentiras electorales”, el PP colmaría todos los primos, menciones y accésit que se concedieran.
Nos quieren hacer creer que en semejantes circunstancias no hay otra manera de hacer las cosas. Mienten. Y ejemplos recientes existen, a pesar de la coyuntura negativa mundial: Estados Unidos, Suecia, Reino Unido… Basta con cortar por lo sano lo que está mal (que lo hay), apartar y procesar a los culpables (no auparlos) y llamar a las cosas por su nombre (basta de eufemismos).
Evidentemente, los funcionarios no tienen la culpa de la avaricia de los bancos ni de la ineptitud y corrupción de la clase política. Como no la tiene la ciudadanía en general.
El por qué, sin embargo, esos ciudadanos vamos a pagar el grueso de la crisis es algo sobre lo que alguien, algún día, deberá de dar explicaciones. Y nosotros se las tenemos que pedir.
De lo contrario, serán las generaciones venideras quien pague las consecuencias. 

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